Cuando Chris fue informado de la visita del príncipe Severin a su regreso de la catedral, una expresión de sorpresa cruzó su rostro mientras exclamaba: — ¿el príncipe? —Pero rápidamente recuperó la compostura y pasó a discutir cuándo deberían visitar la catedral al día siguiente. Sonia opinaba que cuanto antes mejor, así que Chris se fue a encargar un desayuno temprano. Sonia pidió a las sirvientas que empacaran sus pertenencias para que estuvieran listas para partir a primera hora de la mañana.
Al contarle a Chris sobre el incidente con Severin, Sonia no había dejado de notar su reacción de sorpresa mezclada con un tinte de consternación. Él había sido una figura mentora del heredero aparente, el príncipe Enrique, y su hermano, el príncipe Severin, enseñándoles el manejo de la espada y la caballerosidad. En otras palabras, compartían una relación de maestro-alumno. Sonia sintió que Chris debería haber actuado un poco más feliz cuando supo que su alumno se escabulló a esta ciudad de paso más allá del perímetro de la capital para verla. Del mismo modo, Severin debería haber dicho: Me iré después de ver a mi maestro.
—Señor Chris, ¿está decepcionado de no haber podido ver al príncipe Severin? —Preguntó, temía que estuviera actuando duro por ella.
—Realmente no. Puedo verlo en el palacio, —respondió sin rodeos, pero…
¡Está emitiendo aires tan hostiles! ¡Son penetrantes! Exudaba oleadas de ira innegable, pinchando su piel.
—Por casualidad, ¿se peleó con el príncipe Severin? —Aventuró Sonia.
Chris gruñó ante su pregunta con la cabeza inclinada. — ¿Cómo podría? Todo lo que digo cae en oídos sordos y, últimamente me está evitando por completo…
— ¿Cuáles son sus deberes actuales?
—Él no tiene ninguno en particular… Si tuviera que pensar en algo y, esto sería una exageración si alguna vez hubiera uno, supongo que se podría decir que está a cargo de entretener a las damas.
—Pude darme cuanta de eso… Eso explicaría por qué vestía tan impecablemente a la moda.
—Desearía que superara los placeres de la moda y las mujeres… Para empezar, ya era elegante y atractivo… las mujeres de la corte acudían en masa a él a una edad temprana. A diferencia del príncipe heredero, no podía diferenciar entre las arpías y las damas, —gruñó Chris.
Ahora que lo pienso, Severin nunca dijo lo que pensaba cuando jugábamos juntos cuando éramos niños. Siempre que le preguntaba algo, simplemente sonreía y aceptaba: —Está bien, claro. — ¿Podría ser que… ha resultado de esta manera porque siempre va con la corriente y nunca desarrolló una mente independiente?
—Su Majestad cree que cambiará una vez que encuentre su vocación o se dé cuenta de lo que le gustaría hacer, —dijo Chris. Sonia tuvo la impresión de que se sentía exasperado pero se resignó a esperar y velar por el príncipe por el momento ya que tenía las manos atadas. Pero con todo lo dicho…
Ciertamente ha cambiado mucho desde que lo vi hace una década, pensó Sonia, algo sorprendida.
Severin había sido un niño adorable con una noble dulce sonrisa. No obstante, mantuvo la elegante apariencia de la realeza. Pero el amigo de la infancia que había ido a verla después de todos estos años había superado la categoría de noble y se había convertido en un joven que se describe mejor como frívolo.
Pero no se puede ocultar su educación real. Sin mencionar… fue mi primer roce con el amor… Ese pensamiento hizo que su corazón latiera con fuerza.
—Lo siento mucho, princesa. No debería hablar mal del hombre que ha querido todos estos años… —Chris se disculpó con una reverencia, alarmando a Sonia.
— ¡Está bien! Puedo entender por sus palabras que ha sido bastante problemático, —respondió con una risita falsa.
Si sabe que me molestaré, ¡no lo insulte en primer lugar! Espetó en su mente.
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Partieron temprano al día siguiente, llegando a la catedral durante las horas de la mañana. La capilla de la abadía estaba ubicada lejos de la catedral. Cuando Sonia vivía en la abadía real, había rezado a diario en la capilla cercana. Solo iba a orar ante el altar de la catedral por unos contados ritos importantes que se celebraban cada año.
El sonido de las puertas dobles al abrirse fue majestuoso. Iluminada en una variedad de colores por las vidrieras, la estatua de la Santa Madre ante la cruz que yacía delante de Sonia parecía extender una mano de bienvenida llena de compasión. El refrescante sonido del órgano de tubos le hizo cosquillas en los oídos.
Procedió a dirigirse hacia el final de la alfombra roja, donde estaba esperando el Papa. Pero Sonia se sorprendió al descubrir que cuanto más se acercaba, más pesaban sus pies.
— ¿Princesa? —Preguntó Chris, notando que algo andaba mal cuando Sonia se detuvo en seco.
— ¡M-Mis pies…! ¡Se vuelven más pesados con cada paso que doy…!
Se sentían pesados, como si los estuvieran agarrando. Finalmente, llegó al punto en que no podía dar un paso más y se derrumbó en el suelo.
—Vaya, pobrecita… —Dijo el Papa. Él había sido informado de su situación de antemano y trató de acudir rápidamente en su ayuda. Pero se detuvo abruptamente.
— ¡Su Santidad!
— ¡M-Mis pies están pegados al suelo…! —Gritó. Gruñó y gimió mientras trataba de levantar los pies, pero estaban trabados con fuerza, como si el suelo fuera un vacío que los succionara.
— ¿Qué está pasando…? —Suspiró Sonia.
—Mmm. Creo que una oveja perdida está tratando de evitar que se acerque a mí, —dijo el Papa. Parecía como si estuviera tratando de cosechar nabos por la forma en que tiraba de sus piernas, en vano.
Mientras tanto, no solo los pies de Sonia se habían convertido en plomo, ahora el peso estaba presionando todo su cuerpo, presionándola contra el suelo.
—Odio decir esto, ¡pero dejemos la iglesia por ahora! —Decidió Chris. Con un perdón, tomó a Sonia en sus brazos y salió corriendo de la iglesia.
Pasaba exactamente lo mismo cada vez que lo volvían a intentar. Al final, se rindieron al hecho de que algunas montañas no se podían cruzar y optaron por descansar sus cansados cuerpos en la abadía real.