Hetero, La Villana y el Jefe Final

Capítulo 3: La villana ya no puede seguir soportándolo. Parte 4

—Nos estamos retrasando, Su Alteza. No me gusta que interfieran con mis planes.

Claude hace una pausa al subir al carruaje. El hombre de aspecto bastante neurótico con el que está hablando se empuja las gafas y continúa con sarcasmo: —Por supuesto, no diseñaría un plan que se viera en problemas si esto o aquello no sale bien, pero si la inspección resulta infructuosa, Lilia estará triste.

—Tienes razón, Lester. Lo lamento.

—Solo estoy haciendo esto porque ella lo pidió. Siga mis instrucciones y abstenerse de hacer cualquier cosa descuidada. Escuché que todavía no ha elegido una nueva prometida de las candidatas que le recomendó la emperatriz viuda.

—Lo lamento. Simplemente no me he sentido con ánimos.

—Dese prisa y elija. ¿Cree que tiene muchas opciones con como son las cosas ahora? Solo es un peso muerto, capaz de nada… Ah, me expresé mal. Le pido perdón, Su Alteza.

La disculpa de Lester no es sincera. Varios en la procesión intercambian miradas, riéndose disimuladamente como los aduladores que son.

Involuntariamente, Claude aprieta los puños. Tal como están las cosas, no tiene logros a su nombre. Aun así, ¿eso significa que tiene que permanecer en silencio mientras se burlan de él en su cara? No lo sabe. No tiene ni los recuerdos ni el poder para determinar lo que es verdadero y lo que es falso.

Todo el mundo parece estar riéndose demasiado a su costa. Como no es el rey demonio, es solo una carga, nada que temer. Incluso esa mujer le está ocultando cosas. Dice que lo protegerá. Como rey demonio, probablemente tenía el poder de convertir a estas personas en polvo y, sin embargo…

Sorprendido, Claude parpadea… ¿Qué estaba pensando?

Con un escalofrío, sube al carruaje como si estuviera huyendo. Nadie se preocupa por eso. Solo en el pequeño vehículo, cierra los ojos con fuerza y ​​presiona la frente contra la ventana.

No debe pensar en cómo sería si fuera el rey demonio. Ese es un pasado que no debe añorar.

Tengo que hacerlo desaparecer.

Estar preocupado por Aileen y querer saber más sobre ella lo dirigirá hacia su pasado. En poco tiempo, puede que comience a querer recordar. Ese arrepentimiento persistente podría terminar por destruir el mundo.

El carruaje cruje y Claude abre los ojos. Lilia se ha subido.

— ¿Dónde está Cedric?

—Parece que no se siente bien. Dijo que se retirará al castillo y descansará por hoy.

¿Ha pasado algo con Aileen? El pensamiento pasa por su mente, pero rápidamente niega con la cabeza, descartándolo. Se voltea hacia Lilia, que está sentada frente a él. — ¿Estás segura de que no necesitas quedarte con él?

—Sí, me pidió que viniera con usted, príncipe Claude.

—No creo que se vea bien que un hombre y una mujer que no están comprometidos estén a solas.

— ¡Oh, no hay problemas, vamos a estar relacionados por matrimonio! ¡Lester dijo que estaba bien!

El nombre lo hace fruncir el ceño, pero en ese momento, el carruaje se pone en marcha. Ahora, Claude no tiene forma de detenerlo.

—Estoy ansiosa, ¿y usted?

—Yo también.

Suspirando, mira por la ventana. Hay un número inusual de cuervos merodeando. Le parece extraño, pero entonces la figura de Aileen a caballo le salta a la vista, y tira de la cortina que cubre la pequeña ventana.

—Venden pasteles deliciosos en la plaza. Compremos uno para llevárselo a Cedric.

—Si hagamos eso.

—Príncipe Claude. Um… ¿Está aburrido? De estar solo conmigo, quiero decir.

Aparentemente, se dio cuenta de sus respuestas distraídas. Claude vuelve a cruzar las piernas, hablando lo más amablemente posible. —No eso no es. Me siento mal de que tengas que ser tan cuidadosa y considerada conmigo. Y también está el próximo baile… Me han dicho que elija una prometida, pero no entiendo nada de esto. No se puede confiar en mí, y me avergüenzo de ello.

— ¿De qué está hablando? —La expresión de Lilia es seria. Los puños cerrados de Claude están apoyados contra sus rodillas y ella pone sus manos sobre estas. Inclinándose más cerca de su rostro fruncido, habla apaciblemente. —No hay nada de malo con cómo es. No es necesario que se obligue a realizar alguna hazaña increíble para que los aprecien.

Las palabras pretenden ser amables, una afirmación de que esta versión de él es la correcta. Sin embargo, hieren terriblemente su orgullo y, antes de que sepa lo que está haciendo, Claude le aparta las manos bruscamente. Lo arruiné, piensa, pero el carruaje que se les proporcionó para su inspección encubierta es incómodo, y se sacude y traquetea. Lilia parece haber interpretado su movimiento como parte de la inestabilidad, y mueve sus manos a sus mejillas, tranquilizándolo. —Todo está bien. No hay necesidad de preocuparse. Ni siquiera por el baile… Ya lo sé, ¿por qué no baila conmigo? Después de eso, puede escabullirse y saltarte el resto si quiere.

—Cedric se enojaría. En un baile, se supone que debes bailar con quien sea más cercano a tu corazón… —Claude está comenzando a sermonearla sobre sentido común, pero el carruaje se sacude y lo interrumpe. Tal vez entrar en la tercera capa signifique que el camino se ha vuelto más desigual… Pero los caballos relinchan, se escuchan gritos y el carruaje se ladea. Lilia chilla y se aferra a él. Sosteniéndola, Claude patea la puerta del carruaje volteado para abrirla. El viento se precipita al interior, halando su cabello hacia atrás. Lilia grita.

— ¡N-N-No puede ser! ¡¿Estamos flotando?!

—Lilia, cálmate. ¿Qué demonios…?

El suelo retumba con golpes pesados ​​y regulares, y con cada golpe, el mundo se tambalea. Mientras trata de consolar a Lilia, Claude se asoma. Y, se queda mudo.

Delante de él, no hay nada más que cielo, y debajo de él, hay un demonio. El monstruo es tan grande como una casa; ha recogido su carruaje y está corriendo con él. Los cuervos vuelan a su alrededor.

— ¿Pero… qué…?

— ¡Vuelve, vuelve! ¡No puedes!

Las palabras provienen de los cuervos que vuelan junto a ellos. En otras palabras, son demonios. Está rodeado de demonios.

Temblando, Lilia se aferra a él. — ¡P-Príncipe Claude…! ¡Estoy asustada!

— ¡Detente ahora mismo, demonio!  ¡Para, dije!  ¡Regresa el príncipe Claude!

Con un grito ahogado, Claude mira en dirección a la voz. Detrás del demonio corriendo, Aileen los ha alcanzado a caballo.

— ¡No debes! ¡No puedes hacer esto, no ahora! ¡Compórtate y escucha!

— ¡Sí! ¡Así es! ¡Haz lo que te dicen! ¡Vuelve al bosque!

—Rey, —llama el monstruo tuerto que corre con el carruaje. Claude levanta la mirada y sus ojos se encuentran. Luego, con una voz que es mucho más torpe que el resto, el demonio habla. —Lo salvaré. Protegeré al rey.

Está hablando de él. Sin pensarlo, presiona una mano contra su pecho. Cuando ve el gesto, el demonio voltea la mirada al frente. —No lo devolveré a los humanos. El rey está triste.

— ¡Almendra, redirígelo hasta la plaza! ¡Lo capturaremos allí!

— ¡Comprendido! ¡Unidad Uno, ala izquierda desplegada!

—Unidad dos, quédese en la retaguardia. ¡Ala derecha, síganme! ¡Guíen a los humanos hasta el refugio! ¡Unidad Fenrir, alejen a los humanos!

La bandada de cuervos se mueve con una precisión impactante. De repente, Claude se da cuenta de que casi no hay humanos en el camino del demonio. ¡¿Anticipó esta situación y emitió órdenes con anticipación…?!

A Aileen se le ha caído la peluca y su largo cabello ondea detrás de su corcel al galope. Suelta las riendas, se pone de pie y levanta ambas manos. Esas manos brillan.

Esa es la espada sagrada.

Como si la luz lo hubiera asustado, el demonio acelera. Ella lo está incitando a ello.

Hermoso.

El pensamiento parece fuera de lugar. ¿Está pensando en esa luz, o en ella? De cualquier manera, ya que está mirando, registra la luz artificial reflejada. Puntas de flecha. Como si hubieran estado al acecho, los caballeros que se han estado escondiendo en las sombras forman filas, apuntando flechas en su dirección. Le viene a la mente una desagradable sonrisa con anteojos; ¿es solo una ilusión?

— ¡No, no, no disparen! ¡Lilia y yo estamos bien…!

Pero nadie escucha las órdenes de un príncipe heredero de adorno.

Innumerables flechas se precipitan hacia la enorme criatura.


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