Habiendo terminado mi entrega de pociones en la mañana, por la tarde, Corinna y yo nos dirigimos a los cultivos de hierbas. Cuando terminamos con nuestra lección, quedé libre por el resto del día.
En el camino de regreso, pasamos por un mercado justo al otro lado de las puertas de camino al castillo. No era tan grande como el de la capital, pero vendían una variedad de cosas, así que me gustó curiosear.
Había pasado un año desde mi invocación, pero podía contar con una mano cuántas veces había estado en los mercados de la capital, por lo que probablemente eso hacía que esta experiencia fuera mucho más emocionante para mí.
Teniendo en cuenta la conversación que había tenido con los caballeros sobre la comida de esa mañana, me dediqué a examinar los ingredientes.
Mientras miraba a mi alrededor, Corinna se rió entre dientes. —Hay vas otra vez. No es como si hubiera algo tan inusual aquí.
—Pero nunca se sabe, puede que las haya.
—Quizás algo desconocido para ti, pero yo vengo aquí prácticamente todos los días. Ya he visto todo lo que ofrecen.
Corinna tenía razón. Después de todo, el mercado era donde todos en el feudo compraban su comida. Sin embargo, mientras buscaba, encontré ingredientes que nunca había visto en la capital, tanto originarios en este mundo como ingredientes que reconocía de Japón. No estaba dispuesta a descartar este notable manjar.
—Eso me recuerda, ¿no dijiste algo sobre saber cocinar? —Meditó Corinna.
—Así es. Solía cocinar un poco en la capital.
—Eres rara. No lo creí la primera vez que lo escuché. Para nada.
Sonreí rígidamente. Corinna se sorprendió cuando lo mencioné un día. Aunque tenía sentido. La gente de la alta sociedad de Salutania raramente podría distinguir una olla de una sartén y, mucho menos cómo usarlas y, por mucho que odiara admitirlo, la santa estaba bastante arriba en la escala social. Sin embargo, cuando le expliqué a Corinna que yo era de origen plebeyo, todo pareció tener más sentido para ella.
— ¿Entonces solías cocinar en el lugar de dónde vienes?
—Sí. Sin embargo, no es como si pudiera obtener todos los ingredientes con los que estoy familiarizada, por lo que mi repertorio de recetas es un poco limitado.
Los platos que preparaba en la capital eran, en términos generales, lo que yo llamaría el sabor del hogar. Pero ese no era el caso, no realmente. Desde que llegué a este mundo, me había dedicado principalmente a preparar recetas occidentales, no japonesas.
¿Extrañaba la comida japonesa como el arroz y la sopa de miso? Por supuesto. Los habría hecho hace mucho tiempo si pudiera. ¿Por qué no lo había hecho? Obviamente, no podía conseguir los ingredientes adecuados.
Seguía pensando que podría encontrarlos si buscaba lo suficiente, pero seguía sin encontrar ni siquiera lo que consideraría como lo más básico: ya saben, miso, salsa de soja o, las algas secas y el pescado desmenuzado con el que se hacia el caldo de sopa japonesa. Entendía que, teóricamente, podría hacer miso sin todo eso, pero nunca antes lo había intentado, así que no tenía idea de cómo.
Hubiera sido bueno si pudiera encontrarla en algún lugar de este mundo, pero temía tener que reconciliarme con la idea de pasar el resto de mi vida sin volver a probarla.
¡Auuugh, pensar en eso me dio más ganas de comerla! Será mejor que me detenga o, esto se convertirá en un antojo mortal.
— ¿Quieres decir que hay algunas cosas que no puedes hacer? ¿Cómo esos platos medicinales de los que hablabas antes?
—Sí, parte de esto es que no puedo conseguir los ingredientes, pero para esos en particular tampoco sé cómo.
—Ah, ¿en serio?
—Sí. Sé cómo se ven, pero no conozco las técnicas adecuadas ni nada.
—Eso es muy malo.
Corinna y los demás alquimistas seguían fascinados con la idea de esta cocina medicinal. Mi vago y fragmentado conocimiento hacía que fuera realmente difícil responder a cualquiera de sus preguntas, tanto que a menudo me quedaba un poco aturdida, devanándome los sesos en busca de algún dato útil.
Debería dejar de intentar contarle a la gente cosas de las que no sé nada. La próxima vez me disculparé y diré que no voy a ser muy útil. Sí, esa es la respuesta. Me recompuse y me dirigí a la siguiente tienda, donde comerciaban principalmente con granos.
Exhibían sus mercancías en varios sacos llenos de diferentes tipos de granos. El almidón básico en el reino de Salutania era el pan, por lo que la mayoría de las bolsas estaban llenas de trigo y, no de un solo tipo, sino de diferentes variedades. En Japón, solo había visto granos procesados, pero estos todavía estaban enteros.
Mientras los estudiaba, admirando cuántos tipos había, escuché al comerciante decirle a un cliente: —Este tiene una cáscara dura.
¿Una cáscara dura? Inconscientemente me detuve al escuchar eso.
— ¿Qué sucede? —Preguntó Corinna.
—Lo siento, encontré algo que me gustaría examinar.
— ¿Cuál?
—Ese trigo. —Señalé el tipo que el comerciante estaba mostrando a su cliente.
Corinna lo reconoció y me dijo que se llamaba espelta, el cual era el mismo nombre que una especie de trigo que se cultivaba hace mucho tiempo en Europa.
—Se usa con bastante frecuencia por aquí. ¿Por qué despertó tu interés?
—Leí sobre él en un libro de mi hogar.
Según ese libro, le expliqué, la espelta tenía una tonelada cósmica de nutrientes en comparación con las variedades de trigo más comunes. Una mujer del libro, una que había sido canonizada como santa en Europa, había declarado que era el mejor tipo de trigo.
Nunca había visto la espelta en persona, pero sabía que era famosa por su cáscara dura, razón por la cual las palabras del comerciante me habían llamado la atención.
Cuando le conté a Corinna sobre este libro, levantó una ceja. La parte sobre los nutrientes había despertado su interés. Aparentemente, aún no tenían un concepto de nutrientes en este mundo.
Como resultado, terminé divagando sobre cómo una dieta equilibrada conducía a un cuerpo sano y cosas así. No sabía mucho sobre el tema, por lo que sólo podía describir las cosas en términos generales. También le expliqué que los nutrientes adecuados podían ayudarte a defenderte de las enfermedades o incluso a curar algunas dolencias. Sabía que esta idea no era exclusiva de Japón y más bien era un concepto adoptado de la medicina china.
Las ideas se absorbían y adaptaban todo el tiempo. Mi profesora en la clase de aromaterapia que había tomado durante mi tiempo libre dijo una vez algo sobre cómo la base de toda salud se reducía a la dieta. Y estaba bastante segura de que ella había mencionado que las comidas adecuadas eran la base de eso.
Occidente había desarrollado una filosofía similar en sus monasterios hace mucho tiempo. El tipo de investigación que habían realizado allí se había centrado en las hierbas y la cocina. Había leído en un libro que habían usado hierbas tanto para condimentar como por sus beneficios medicinales.
—Y pensar que he comido espelta sin pensarlo dos veces durante todo este tiempo. Entonces, nuestro trigo es extremadamente valioso, —dijo Corinna.
—Así es como lo veo yo.
—Me pregunto qué tipo de pociones podríamos hacer con él….
— ¿Eh? ¿Pueden hacer una poción con trigo?
Esperen, había estado pensando en usar la espelta como alimento, no como ingrediente para pociones.
El libro que había leído incluía recetas de una santa europea. Mientras intentaba recordar esas recetas, me di cuenta de que el resto de los ingredientes eran todas cosas que podía encontrar en el feudo Klausner. Apuesto a que podría recrearlas. Quizás debería intentarlo.
—Definitivamente podría hacer algo para comer con esta, al menos, —dije.
— ¿Con espelta, quieres decir?
—Exactamente, —dije y, describí algunas de las recetas en las que estaba pensando.
Si una persona con habilidades para cocinar hiciera comida, podría mejorar las habilidades físicas de quienes comieron su comida. Incluso los alimentos elaborados con ingredientes habituales pueden tener un impacto notable en la persona que los ingiera. No pude evitar preguntarme qué pasaría si preparara una comida con algo tan nutritivo como la espelta.
Si pudiera recrear esas recetas, apuesto a que podría hacer algunas cosas fantásticas para el menú del castillo. Esta podría ser mi oportunidad.
—No es como la cocina medicinal que mencioné antes, pero podría hacer algo con efectos similares, —dije.
— ¿De verdad?
—Me gustaría intentarlo, si se me permite. ¿Cree que podría tomar prestadas las cocinas del castillo?
Los ojos de Corinna brillaron ante la mención del alimento medicinal. Lo que sea que hiciera no sería exactamente eso, pero sin duda resultaría saludable.
Corinna debe haber estado muy interesada en ver qué podría preparar, a juzgar por la gran sonrisa que tenía en su rostro cuando dijo que haría una solicitud especial al señor Klausner, una que me permitiría usar las cocinas.