— ¡Guau! ¿Te vas a casar? ¡Felicitaciones, Sonia! ¡Y con el segundo en la línea de sucesión, el príncipe Severin! ¡Eso es maravilloso!
—Gracias, Pamela, —chilló Sonia con vergüenza ante la exaltación de su compañera de dormitorio desde hace dieciocho años. Pamela estaba tan emocionada como si fuera ella la que se casara. La piel blanca de porcelana de su rostro se sonrojó.
— ¿No era él tu primer amor? ¡Qué romántico! ¡Puedes pasar tu vida con el hombre de tus sueños…! ¡El príncipe Severin debe haber sentido lo mismo por ti todos estos años!
—Eso espero… Por las cartas que recibo de él de vez en cuando, tenía la impresión de que sólo me veía como una hermana pequeña… Tengo miedo de que se esté forzando a casarse conmigo, —confesó Sonia.
Bajó los ojos al recordar el contenido de las cartas que había recibido de Severin hasta el momento. En parte estaba ansiosa por que su padre, el rey Patrice, lo hubiera obligado a casarse. Si ese era el caso, se sentía mal por Severin.
Siendo su primo en segundo grado que era sólo tres años mayor que ella, Severin jugaba a menudo con Sonia en el palacio real hasta que esta perdió a su familia y se mudó a esta abadía.
El cabello rubio de Severin caía elegantemente sobre sus hombros, brillando intensamente como si absorbiera la luz del sol. Sus mejillas sonrosadas complementadas con sus ojos de un azul profundo, su belleza sobrepasaba los géneros e, incluso provocaba una pizca de celos en Sonia.
Pero en lugar de volverse vanidoso con su belleza, era amable con todos. La gente le cantaba alabanzas, afirmando: Si un ángel descendiera a la tierra, sería como el príncipe Severin.
—Sonia, estoy segura de que el príncipe Severin dio su consentimiento, así que todo está bien. ¡Deberías tener más confianza en ti misma! —Dijo Pamela para consolar a Sonia.
—Tienes razón. Necesito empezar a poner mi alma y corazón en mis estudios y clases de etiqueta para convertirme en una buena esposa, —respondió Sonia, ofreciéndole a Pamela una sonrisa como respuesta.
— ¿Pero no es todo esto bastante repentino? Me es difícil creer que te irás en dos semanas… Como amiga, estoy feliz de que te cases, pero has sido parte de mi vida durante tanto tiempo, te voy a extrañar… —Admitió Pamela. Aunque empatizaba el optimismo en la sonrisa de Sonia, confesó con sinceridad la soledad que sentía en su corazón.
Desde que Pamela llegó a la abadía real, las dos chicas habían dormido en la misma habitación. A diferencia de las otras señoritas que estaban aquí para terminar la escuela, ella también había perdido a su familia. Sin ningún otro lugar adonde ir después de que un pariente heredara los territorios familiares, se había mudado a esta abadía.
—Espero que el tío que te conté heredó el título y la herencia de la familia Benoit me encuentre un pretendiente… Entonces podría mudarme y visitarte…
—Pamela…
Los ojos de Sonia se llenaron de lágrimas mientras abrazaba a su amiga. El tío de Pamela probablemente se había olvidado de la sobrina que había dejado en esta abadía. En realidad, nunca había respondido a ninguna de las cartas que Pamela le envió. Supuestamente enviaba donaciones anuales a la abadía, pero se rumoreaba que se estaban haciendo más escasas con cada año que pasaba.
Sonia acarició el cabello trenzado de Pamela, que era de un negro ébano. Innumerables damas se mudaban a la abadía porque no tenían a dónde ir. Sin embargo, su mejor amiga era Pamela. Por supuesto, ser compañeras de habitación ayudaba, pero habían reído y llorado juntas, habían sufrido el mismo tipo de soledad y se habían consolado mutuamente.
—Me aseguraré de escribir. Y tengo toda la intención de ver a tu tío y preguntarle: Ahora que Pamela está en edad de casarse, ¿no le piensa encontrar un buen marido?
—Si la prometida del príncipe Severin le preguntaba eso, estoy segura de que mi tío entraría en pánico tratando de encontrar a alguien, —dijo Pamela. Debió haber imaginado la tristeza en sus ojos, porque esbozó una gran sonrisa. Al ver la expresión de Pamela, Sonia se relajó y tomó sus manos.
Una frente a la otra, las dos juntaron sus palmas y entrelazaron sus dedos. Luego presionaron frente con frente. Hacían este gesto cada vez que se consolaban la una a la otra.
—Me gustaría volver a felicitarte, Sonia. Siempre rezaré por tu felicidad.
—Gracias Pamela… Yo también rezaré siempre por tu felicidad…
Las dos chicas permanecieron así durante algún tiempo. Ambas mantuvieron los ojos cerrados como si trataran de ocultar la cascada de lágrimas…
~❀❀❀~
Dos semanas después.
Aparte de asistir a los servicios religiosos, Sonia fue eximida de todas las tareas de la mañana. El día anterior a su partida había recibido paquetes que contenían vestidos a la moda, hechos con materiales de la más alta calidad. Con cada vestido venían accesorios para el cabello a juego, collares para adornar su cuello, aretes y pulseras. Y, a pesar de que quedarían ocultos bajo el dobladillo de sus vestidos, tampoco habían escatimado en gastos con los zapatos, los cuales le quedaban como si hubieran sido hechos a medida para Sonia.
No sólo le enviaron varios conjuntos completos, sino que también sirvientas para ayudarla a prepararse para la mañana de su partida.
—Um… escuché que primero vamos a visitar mi antiguo hogar, el castillo de Clare. ¿Escuché mal…? —Preguntó Sonia a la sirvienta recién llegada. Con la impresión de que iban a regresar a su castillo, modificar los vestidos y joyas que había dejado allí, para luego dirigirse al palacio real, Sonia se quedó estupefacta cuando los vestidos y accesorios llegaron uno tras otro.
Una de las sirvientas bajó respetuosamente la cabeza hacia Sonia antes de responder: —No se equivoca, mi dama. Eso es lo que se nos informó. Todos estos regalos no son más que una muestra de los sentimientos de su prometido. En sus propias palabras él quiere que por favor, use lo que sea de su agrado.
— ¿Todos esto…?
Al mirar más de cerca, Sonia notó la variedad de estilos entre los vestidos, zapatos y accesorios. Tomando los vestidos como ejemplo, había uno de color rojo que evocaba la imagen de un adulto elegante, pero justo al lado había un vestido rosa pálido diseñado con abundancia de encajes y meticulosos plisados, priorizando un atractivo adorable e inocente. Cada vestido tenía un estilo único.
—No sabía lo que le gustaría, por lo que cubrió todas las posibilidades.
Incluso si no conocía sus gustos, ¿no era esto un poco excesivo? Sonia se frotó ligeramente las sienes con frustración. Había cubierto el suelo de la habitación de Sonia y Pamela con montones de regalos.
Sin embargo, cuando escuchó —también quiso que le transmitiera un mensaje: Si está de acuerdo, le agradecería que me saludara vestida con sus mejores galas y con su sonrisa más deslumbrante, —a Sonia le dolió el pecho de la felicidad.
Oh, príncipe Severin…
—Muy bien. Pero con tantos, es difícil saber cuál elegir. ¿Les importaría ayudarme a decidir? —Preguntó Sonia.
—Será un placer. Esto también será divertido para nosotras.
Todas las otras sirvientas accedieron a ayudarla con una sonrisa.
~❀❀❀~
— ¡Sonia, estás preciosa! ¡Eso te queda genial! —Exclamó Pamela, tambaleándose de emoción cuando regresó del trabajo voluntario por la tarde y descubrió que Sonia había cambiado su sencillo uniforme de novicia por uno de los vestidos que había recibido.
El vestido que eligió Sonia era de un tono refrescante de verde menta que resaltaba maravillosamente su cabello dorado. El fino encaje del cuello redondo cubría su delicado cuello hasta la clavícula. Producía una sensación de elegancia, al mismo tiempo que daba una imagen de inocencia. No sólo el cuello estaba adornado con perlas, sino que también estaban cosidas en el busto.
Supuestamente, los vestidos de cintura baja con amplios fruncidos estaban de moda. El encaje fluía desde la cintura hasta el dobladillo. Al colocar el encaje sobre la tela brillante, incluso un vestido potencialmente escandaloso se volvía perfectamente integro.
Tenía un cinturón con un elaborado pero delicado bordado en oro alrededor de su cintura. La esmeralda incrustada en la hebilla brillaba intensamente. Después de maquillarse sutilmente, Sonia se puso una diadema que hacía juego con su cinturón y cubrió su cabello suelto con un velo de encaje.
— ¡Estás tan hermosa…! ¡Enserio…! ¡El príncipe Severin seguramente se enamorará de ti de nuevo! —Exclamó Pamela.
Ante sus palabras, la sirvienta que estaba esperando junto a Pamela preguntó: — ¿el príncipe Severin? —con una ceja levantada. Sin embargo, ninguna de las chicas la escuchó debido a sus chillidos emocionados. Asimismo, la sirvienta fue informada por otra que en ese momento había llegado la escolta que recogía a Sonia y, comenzó frenéticamente a ordenar la habitación. No tenía tiempo para preguntar a qué se refería Pamela.
—Duquesa Sonia de Clare, su prometido ha venido a buscarla personalmente, —informó una de las sirvientas.
Sonia y Pamela se tomaron de las manos con fuerza. Naturalmente, lo hicieron igual que siempre, con las palmas juntas y los dedos entrelazados.
—Cuídate… Sonia.
—Sí, tú también, Pamela… Me aseguraré de escribirte…
Las dos siempre se habían consolado la una a la otra. Habían compartido sus sueños a lo largo de los años en la misma habitación. No importaba cuán pequeño fuera el problema, siempre le pedían consejo a la otra. De vez en cuando, también se peleaban por cosas que parecían sorprendentemente triviales más tarde.
—Pamela… —Los días que compartieron pasaron por la cabeza de Sonia uno tras otro.
—Vamos, vamos, no llores. No quieres que se te corra el maquillaje, —dijo Pamela con entusiasmo, animando a Sonia. La represa que contenía sus lágrimas estaba a punto de romperse.
— ¡Nos volveremos a ver! ¡Estoy segura de ello! Estamos unidas ante Dios, —dijo, imitando lo que las hermanas siempre decían a quienes estaban tristes al ver partir a una de las damas.
— ¡Así es, lo haremos! ¡Estoy segura de que lo haremos…!
La abadesa entró en la habitación mientras las dos alargaban su despedida.
—Sonia, Dios está en todas nosotras, manteniéndonos unidas en todo momento, —dijo la Abadesa. Al escuchar lo mismo que Pamela le acababa de decir, Sonia se secó las comisuras de los ojos y asintió.
La abadesa procedió a darle un regalo a Sonia, diciendo: —Toma esto. —Los ojos de la joven se abrieron de golpe ante el regalo. Era un rosario de plata bellamente elaborado.
— ¡Madre superiora…! ¡No puedo aceptar un regalo como este…! —Protestó Sonia.
Aunque estaba gastado por el uso, se dio cuenta de que había sido pulido con amor en el segundo que tocó sus manos.
—Solía usarlo cuando era más joven. Es algo extravagante para la abadía, así que lo guardé… pero creo que es perfecto para ti, —dijo la Abadesa y, tocó suavemente las manos de Sonia con las suyas. —Estoy segura de que tu futuro esposo te guiará en la dirección correcta. Ten fe en seguir su guía.
— ¡Lo haré! Madre superiora, gracias por todo.
—Sonia, rezaré para que tengas un futuro largo y feliz por delante, —respondió la abadesa. Sonia no se dio cuenta de que, a diferencia de lo habitual, algo en la sonrisa de la abadesa tenía una leve sombra de dolor.
~❀❀❀~
Sonia bailaba en el aire de la emoción. Al menos hasta ahora.
A través del claustro alrededor del jardín de hierbas, las pesadas puertas dobles hechas de piedra en el otro extremo del espacioso atrio con sus paredes de un blanco puro, estaban abiertas de par en par. El otro lado revelaba un carruaje bellamente diseñado.
La última vez que viajé en un carruaje como este, mamá y papá todavía estaban vivos.
Sonia pudo haber pertenecido a un ducado que se jactaba de una riqueza tan exuberante que incluso el rey era su tutor, pero se había acostumbrado a la vida de sencillez y frugalidad en la abadía. Entre la nostalgia y la alegría, se sintió como si caminara en el aire. Si no lo supiera, juraría que su cuerpo se deslizaba ligeramente. Pero el carruaje no era lo primero en lo que pensaba.
Me pregunto cómo severá el príncipe Severin actualmente.
Sólo se habían comunicado a través de cartas desde los funerales de su familia.
¿Le importará mi aspecto? Puedo entender si no cree que soy hermosa, pero ¿al menos me llamará linda? No, ¿qué pasa si no soy lo que esperaba y se decepciona?
El corazón de Sonia latía con fuerza, impulsado por el nerviosismo y la aprensión de reunirse por fin con su primer amor.
Cálmate. ¡Cálmate, Sonia! Su corazón latía con demasiada fuerza. Si tuviera que describirlo, se sentía más como miedo que como amor; había llegado hasta el punto en que daba esa impresión.
¿Qué demonios? ¿Estoy empezando a sudar frío? Sonia se sorprendió al sentir el sudor corriendo por su nuca a pesar de que no tenía calor. No quiero verlo. Rápidamente descartó las palabras de rechazo que repentinamente aparecieron en su mente.
Cuando estaba a un paso de cruzar las puertas del atrio, un hombre que había estado esperando al lado de la puerta se paró frente a Sonia. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras tomaba respetuosamente la mano de Sonia y se arrodillaba ante ella.
— ¿Umm?
Lo había visto en alguna parte antes, pero él no era Severin. El hombre que le sostenía la mano solemnemente era claramente de mediana edad. Un hombre de mediana edad. Para el arrastre. Un vejestorio. Un carcamal. Y para empeorar las cosas…
—He venido por ti, mi novia ruborizada.
Oh, había una barba en el rostro del vejestorio que miraba a Sonia.
— ¡Agh! —Sonia se desmayó.