No hay muchacha que no sueñe con surcar los cielos en un carruaje. Aileen mira por la ventana el cielo nocturno y la brillante capital imperial mientras vuelan.
Las estrellas han comenzado a centellear. Las lámparas de gas y la luz que se filtra desde las casas se despliegan en forma de abanico. Los colores y las luces de la tercera capa, el distrito comercial, son más brillantes que el resto.
—Que encantador…
—Cuando actúas así, finalmente te ves como una chica normal.
Aunque Aileen estaba pegada a la ventana, con sus mejillas sonrojadas, esa voz la devuelve a sus sentidos. Claude está sentado en el asiento frente a ella, con las piernas cruzadas. Parece estar observándola y ella se aclara la garganta.
—No sea grosero, por favor. Soy una chica normal.
—Ninguna chica normal le daría afrodisíacos al rey demonio.
—Pero entonces, ¿por qué me salvó?
— ¡Porque no te estabas defendiendo, humana!
Al escuchar esa voz, Aileen mira alrededor del carruaje confundida. Entonces, se sobresalta.
Beelzebuth está presionado contra la ventana, por fuera.
— ¡Estás arruinando la vista…!
— ¡Cállate! ¡¿Por qué no te defendiste, humana?! ¡Pensé que los harías pagar un millón de veces más!
— ¿Te tomaste la molestia de volar hasta aquí solo para preguntarme eso?
—El rey nos ordenó no interferir, así que no tuvimos más remedio que apartarnos y mirar.
— ¡Así es! ¡Así es! ¡Humana! ¡Responde!
La ventana del otro lado está cubierta de cuervos. Aileen asume una expresión seria.
—Príncipe Claude. ¿Puedo suponer que, ahora mismo, los alrededores del carruaje están…?
—Plagados de demonios, sí. ¿Qué con ello?
—Un viaje maravilloso por el cielo nocturno, total y completamente arruinado.
—No importa, humana, ¡solo responde! El rey espera tu respuesta.
Es bastante obvio que son los demonios que rodean el carruaje los que esperan su respuesta.
Con un profundo suspiro, Aileen se reacomoda en su asiento y explica brevemente:
—Porque era lo más conveniente.
Claude sigue mirando a Aileen tan silenciosamente como siempre. Gracias a eso, ha logrado explicarse de manera indiferente.
—Lo importante era mantener a salvo a la cría y evitar darles a los humanos un pretexto para reclamar agravios. Si la situación se puede resolver sin problemas, un pequeño malentendido es un minúsculo precio a pagar.
—Eso… puede ser cierto, pero…
—Además, no podía pensar en una forma inteligente de convencerlos.
Aileen deja escapar un suspiro forzado.
—Mi reputación en la academia es terrible. Si les hubiera dicho que esos estudiantes habían atacado primero, nadie me habría creído, ¿saben? De hecho, solo habría empeorado mi situación…
— ¡No! ¡No!
— ¿Qué? ¿Quieren decir que estoy mintiendo?
—Eso no. ¡¿Por qué no trataste de hacernos corroborar tu historia?!
Al encontrarse a sí misma en el blanco de una indignación inesperada, Aileen parpadea, sus largas pestañas se mecen. Luego murmura en voz baja.
—Si hubiera hecho eso, tengo la sensación de que las cosas se habrían vuelto mucho más difíciles.
— ¿Qu-Qué quieres decir?
—No importa lo que dijeran en mi nombre, solo habrían asumido que había engañado a los demonios y, luego la situación habría empeorado mucho más, lo que significa que su preocupación es innecesaria.
— ¡¿Qué?!
Beelzebuth, amargado, se inclina más cerca del cristal de la ventana. Aileen le lanza una sonrisa refinada.
—Quiero decir que no he caído tan bajo como para necesitar que me salves.
— ¡Por eso la gente te odia! ¡No eres nada linda!
— ¡Qué astuto de tu parte! Detesto estar en deuda con los demás… Aunque, me encanta ponerlos en deuda conmigo.
—Beelzebuth. Todos, déjenos solos.
En el momento en que Claude da su orden, Beelzebuth, que ha estado mirando a través del cristal, se torna serio. Como si esta discusión nunca hubiera sucedido, hace una elegante reverencia y desaparece de la vista.
Una vez que los demonios del lado opuesto también han desaparecido, todo vuelve a quedar en silencio. En ese momento, Claude habla.
—Los demonios están comenzando a encariñarse contigo.
Los ojos de Aileen se agrandan.
— ¿Conmigo…?
—En términos simples de bueno o malo, sus impresiones de ti son en su mayoría malas, pero salvaste al fenrir. Es por eso.
— ¿Todo esto porque salvé a una cría? Son bastante fáciles, ¿no?
—A diferencia de los humanos, los demonios no consideran que las apariencias sean importantes. Te arriesgaste para salvar a uno de los suyos. Eso significa todo y, no importa cuáles fueron tus razones. Interpretar al villano para evitar que se preocupen es más bien inútil.
Habla como si lo hubiera visto todo y, Aileen no está del todo feliz con eso, pero lo entiende.
—Suenan como si fueran a ser fácilmente engañados y que pagaran caro por ello. Debe vigilarlos muy de cerca, príncipe Claude.
—Tú no eres muy diferente.
— ¿Disculpe? Nadie me ha engañado.
Claude no responde. Él simplemente la mira. Su mirada parece decir que está evitando intencionalmente entrar en detalles y, sus cejas se juntan en un ceño fruncido.
—Si se refiere a mi ex prometido, eso no es asunto suyo.
—He aprendido que eres del tipo de humana que no llora, no pone excusas ni pide ayuda.
Con ojos rojos que parecen desentrañar el misterio frente a él, ojos que no tienen simpatía ni nada parecido, Claude continúa:
—Supongo que por eso no me explicarás la verdadera razón por la que me propusiste matrimonio, un hombre al que no amas y, que ni siquiera es humano. ¿Seguirás negándote a decírmelo?
—Incluso si lo hiciera, estoy segura de que no me creería.
—Puede que te crea o, puede que no, pero no eres tú quien debe decidir eso.
Tenía un punto. Aileen asiente y sonríe.
—Entonces se lo diré. La verdad es que tengo recuerdos de mi vida pasada.
— ¿Eh?
—Verá, este mundo es un juego de romance que existía en mi vida anterior. La dama Lilia es la heroína, la protagonista, mientras que yo soy la villana. Soy, como dicen, la rival que existe para ser vencida. Ese compromiso roto era, si está dispuesto a creerlo, la señal de un futuro inminente en el que moriré. Usted me matará, príncipe Claude, después de que haya abandonado por completo su humanidad y se convierta en dragón.
Los ojos de Claude son fríos. Increíblemente fríos. Sin embargo, Aileen continúa con una sonrisa.
—Sin embargo, ha oído hablar del poder del amor, ¿verdad? Se me ocurrió que, si me apresuraba a hacerlo mío, podría escapar de la muerte y, por eso le propuse matrimonio. ¿Qué hay sobre eso? ¿Tiene sentido algo de eso?
—Sí… Lo has dejado muy claro.
La respuesta de Claude no es jovial e instantáneamente, lo único que la rodea es el cielo. El carruaje ha desaparecido.
El viento de la noche acaricia sus mejillas y la capital imperial se extiende debajo de ella. No hay nada debajo de sus pies.
Naturalmente, empieza a caer.
—Sigues creyendo que no te entenderé y, por eso te burlas de mí. Sí, lo entiendo bastante bien.
—Eeeeeeh…
La caída ahoga su grito. Está cayendo en picada, zambulléndose a través de los huecos en las nubes.
¡Esto no puede estar pasando! ¡Voy a morir!
Está tan asustada que ni siquiera puede chillar. Presa del pánico, Aileen agarra impulsivamente el brazo que Claude ha extendido y envuelve sus propios brazos alrededor de su cuello, aferrándose a él. Aun así, sigue cayendo cada vez más rápido.
Mientras aprieta los dientes a contraviento, el cual sopla debajo de ella, escucha una risa furtiva junto a su oído. Aileen está cayendo de espaldas y el cielo nocturno adorna su visión.
Oh, vaya, estrellas fugaces.
Su caída se ralentiza abruptamente.
Los zapatos de Claude descienden al césped. Aileen todavía está abrazando su cuello y, sus pies también tocan el suelo lentamente.
Continúa su descenso, agachándose lentamente hasta sentarse en la hierba y, al mismo tiempo, grita enojada.
— ¡¿Por qué diablos fue eso?! ¡¿Está tratando de matarme, demonio?!
—Bueno, soy el rey demonio.
— ¡¿Así que ahora se aferra a eso?! ¡¿Qué diablos pretendía al hacerme caer hasta mi muerte?!
—Asistiré a esa fiesta.
— ¿Qué?
Su abrupto consentimiento disminuye su ira. Todavía sentada, mira a Claude, quien está de pie en el césped.
— ¿Qu-Qué… pasó? Que repentino…
—Ahora ninguno de los dos le debe al otro. Es justo como querías, ¿cierto?
—S-Sí, pero… ¿Por qué está sonriendo?
—Oh. ¿Estoy sonriendo?
El hombre tiene una sonrisa sublimemente hechizante, pero aparentemente, no se dio cuenta.
—Creo que incluso esta emoción se adapta bien a un rey demonio.
—Explíquese… O no, no importa, tengo un presentimiento bastante desagradable sobre esto.
—He comenzado a querer hacerte llorar.
Sus palabras se convierten en un débil jadeo, como si el aire se le hubiera escapado.
Con un ligero zapateo, Claude se eleva del suelo, regresando al cielo nocturno. Detrás de él, todavía puede ver las estrellas fugaces. Hay muchas esta noche.
No, no es eso. Las emociones de Claude son las que están haciendo caer las estrellas. Por eso están brillando tan intensamente.
¡¿Qu-Qué tipo de sentimiento hace eso?!
Dejando a Aileen aturdida en el patio de la mansión D’Autriche, el hermoso rey demonio de ojos rojos desaparece en el cielo nocturno de una luna creciente.