Hetero, Santa Omnipotente

Tras bastidores. 1

—Y eso concluye mi informe.

—Gracias.

El rey de Salutania miró al oficial que acababa de dar su informe y esperó hasta que se cerró la puerta de su oficina antes de soltar un suspiro. El primer ministro, quien estaba con él, también tenía una expresión sombría. El ambiente en la habitación pesaba sobre ambos.

El rey tomó uno de los documentos de su escritorio. — ¿No ha habido cambios en los feudos?

—Correcto. Más bien, con la situación en la capital estabilizándose, el número de peticiones sigue aumentando.

—Ya veo.

Tras la aniquilación de Sei del pantano negro que había aparecido en el bosque oeste, hubo una disminución significativa en la población de monstruos en las cercanías. De hecho, su número había vuelto a lo que se consideraba tolerablemente normal.

Hasta el momento, queriendo ser cautelosos con la seguridad de Sei, el rey y su primer ministro habían hecho todo lo posible por ser prudentes con respecto a la santa. Pero la relativa ausencia de monstruos cerca de la capital era un cambio demasiado significativo para negarlo.

Los nobles ya habían hablado entre ellos sobre la exitosa invocación de la santa desde otro mundo y, ahora inevitablemente cuchichearían sobre sus logros más recientes.

Incluso los nobles que anteriormente habían guardado silencio estaban comenzando a actuar. Estos aristócratas, que gobernaban los feudos, habían mostrado comprensión por la incapacidad del palacio de enviar caballeros para ayudarlos. Sin embargo, con la capital ahora estabilizada, sus pedidos de ayuda eran cada vez más frecuentes y fervientes, alegando que se estaban acercando a sus límites y pidiendo ayuda.

El rey y otros oficiales comprendían los peligros de la situación y, de hecho, estaban planeando enviar a los caballeros rápidamente. Ese no era el problema. El problema era la santa.

Algunos de los señores feudales habían empezado a insistir en que su territorio estaba en mayor peligro que cualquier otro y, estos también exigían que el palacio enviara a la santa misma a su feudo.

—Sé que predijimos que esto sucedería, pero simplemente no podemos responder a cada una de estas solicitudes, —dijo el rey.

—Suponiendo que consideremos enviar a la santa en una fecha posterior, cuando sea seguro, todo lo que podemos hacer por ahora es priorizar el envío de los caballeros a cada feudo en función de la gravedad de la situación.

—Es cierto lo que dice. En cuyo caso, Klausner tiene la mayor prioridad, ¿no cree?

Sobre el escritorio del rey había una pila de peticiones de todos los territorios. Cada petición había sido investigada exhaustivamente por burócratas antes de llegar hasta allí y, todas eran de feudos que probablemente poseían un pantano negro similar al que encontraron en el bosque oeste.

En la parte superior de la pila se alzaba la petición del feudo Klausner, conocido por sus hierbas medicinales. Se había determinado que su crisis era muy grave, de ahí su lugar en la pila.

El rey tomó el documento en una mano mientras apoyaba la otra en la barbilla. —Los monstruos ciertamente son un problema allí, pero el mayor problema son los inconvenientes que están teniendo con los cultivos.

— ¿Es por eso que hubo una disminución de los envíos a la capital?

—Parece que sí.

El rey entregó el documento al primer ministro, quien suspiró profundamente al leerlo.

La petición del feudo Klausner informaba que el aumento de monstruos estaba afectando sus cosechas. La compañía de mercenarios que empleaba Klausner ya no podía mantenerlos a raya.

Si el feudo Klausner no hubiera sido el exportador principal de hierbas medicinales, probablemente no se hubiera etiquetado como una prioridad. Sin embargo, debido a este estado, sus problemas significaban que un recurso militar clave estaba bajo amenaza, especialmente porque algunas de las hierbas que cultivaban no podían obtenerse en otros lugares.

No hace falta decir que el propio señor Klausner conocía bien los preciosos recursos de su feudo. Si bien no era el único que había contratado a una compañía de mercenarios, la suya era mucho más fuerte que las que se encontraban en otros lugares. El mantenimiento de una compañía tan excelente requería fondos importantes y, era bien sabido que señor Klausner pagaba él mismo esa hermosa suma para evitar depender de palacio.

El hecho de que señor Klausner exigiera el apoyo de los caballeros a pesar de sus hábiles mercenarios significaba que la situación era realmente desalentadora. No hacía falta decir que todos los oficiales estaban alarmados.

—Esto es preocupante, por decir lo menos. ¿Esperamos ver impacto en el mercado? —Preguntó el rey.

—Detuvimos temporalmente las entregas al palacio y ordené a algunos empleados que aseguraran existencias para el mercado, pero me temo que es probable que ya sea evidente.

Según la petición de Klausner, la cosecha era la mitad de la del año anterior. Los últimos años habían visto una disminución gradual de las cosechas, pero esta caída repentina era claramente anormal.

Como señor feudal de una tierra cuya principal exportación eran las hierbas, Klausner probablemente sentía una intensa sensación de crisis inminente. No es de extrañar que eso haya impulsado su decisión de enviar la petición.

El rey apoyó los codos en su escritorio y juntó las manos. Bajó la mirada, reflexionando sobre la situación por un momento antes de finalmente murmurar, —debido a los monstruos…

Estaba pensando en el pantano que habían descubierto en el bosque oeste, el pantano que Sei había eliminado con sus misteriosos poderes, el cual sospechaban que había sido creado a partir del miasma.

Dos hechos sustentaban esta hipótesis. La primera era que los monstruos habían emergido del pantano y, se sabía que nacían de una cierta densidad de miasma. El comandante Hawke de la tercera orden y sus caballeros, quienes habían acompañado a Sei en esta expedición, habían informado además que el miasma se hacía más denso cuanto más se acercaban al pantano.

La segunda razón era que, si bien no tenían forma de saber cuánto tiempo había estado el pantano en el bosque, la clara disminución de la población de monstruos coincidía con su eliminación. Los exploradores enviados para monitorear el área donde se había informado el pantano también informaron que el miasma se estaba haciendo cada vez menos espeso.

Se referían al fenómeno como un pantano debido a su apariencia negra y fangosa, pero en su informe, el gran mago Yuri Drewes había sugerido que podría describirse más exactamente como un manantial del que brotaba el miasma.

Según la situación descrita en la petición de Klausner, era posible que hubiera aparecido un pantano similar en su feudo. Eso significaba que solo había una solución real a este problema.

El rey no era el único que había llegado a esta conclusión. Al estudiar la expresión de su rey, el primer ministro dijo: —Es posible que tengamos que pedirle a la santa que viaje.

El rey asintió lentamente. No habían llegado a ninguna conclusión oficial, pero a pesar de haber identificado una solución para su problema, el rey y el primer ministro eran abrumados por el mismo pesar. Continuaron discutiendo mientras enviaban una citación.

Treinta minutos después, el comandante Albert Hawke y el gran mago Yuri Drewes fueron convocados a la oficina del rey. Tomaron asiento mientras el primer ministro explicaba su intención de enviar a la tercera orden al feudo Klausner.

Ambos deben haber predicho este resultado, ya que ninguno mostró ninguna reacción a esta declaración. Sin embargo, una de las cejas de Albert se estremeció cuando el primer ministro insinuó la existencia de otro pantano de miasma.

A pesar del titubeo en la expresión de Albert, la sonrisa habitual de Yuri permaneció plasmada en su rostro cuando preguntó: — ¿También enviarán a la dama Sei?

—Eso es correcto. Ella es la única capaz de limpiar el miasma.

Las palabras del primer ministro podrían herir el orgullo de Yuri, ya que era un experto de la magia, pero la expresión de Yuri se mantuvo sin cambios cuando respondió con un simple, —Así es.

Más bien, el primer ministro fue quien cambió su expresión cuando escuchó lo que Yuri tenía que decir a continuación: —Sin embargo, ella aún no posee un dominio completo sobre ese poder.

— ¿Todavía no puede usarlo a voluntad?

—Para decirlo con más precisión, no ha podido conjurarlo nuevamente.

Yuri había presentado un informe inicial sobre la persistente incapacidad de Sei para invocar esos poderes. Y, aún no había entregado ninguna actualización positiva sobre el asunto, a pesar de la esperanza de que Sei pudiera solucionarlo. La expresión del primer ministro se ensombreció al darse cuenta de que la situación no había cambiado.

—Dado que la dama Sei no puede usar adecuadamente sus poderes, ¿no sería prematuro enviarla al exterior? —Albert preguntó en un tono algo pétreo.

Sei no había resultado herida en el bosque oeste, pero había estado demasiado cerca del peligro para la comodidad de Albert; de hecho, estaba paralizado de miedo ante la idea de enviarla de vuelta a tal situación y detestaba tener que exponerla a esos peligros nuevamente.

Sin mencionar que la tercera orden no estaba familiarizada con la geografía del feudo Klausner y, no sabrían exactamente qué esperar hasta que llegaran allí. Bien podría ser una situación aún más peligrosa que la que habían enfrentado en el bosque oeste. En el fondo de su corazón, Albert había esperado que nunca se le pidiera a Sei que fuera a un lugar así.

Al ver la preocupación de Albert por Sei, el primer ministro se tocó la barbilla mientras se sumía en sus pensamientos. Incluso si hubiera un pantano de miasma en el feudo Klausner, enviar a Sei no resolvería nada si no podía conjurar la magia. Si enviarla no haría nada con respecto al miasma, entonces sería mejor priorizar su seguridad y mantenerla en el palacio donde pudieran vigilarla.

Sin embargo, la situación no era tan sencilla. Si bien la nobleza se aliaba con el palacio durante las crisis nacionales, tenían sus propias facciones y estaban lejos de ser monolítica. Algunos nobles se preocupaban más por sus propios intereses que los del reino en su conjunto y, a veces, desafiaban la voluntad de palacio.

Ahora que la capital ya no estaba en crisis, si el palacio no apoyaba activamente a la nobleza del reino, era probable que esa misma nobleza comenzara a criticar abiertamente al gobierno. Además, si el palacio no estaba dispuesto a enviar ayuda cuando más se necesitaba, aquellos que habían estado del lado de la familia real probablemente rescindirían el apoyo futuro.

Enviar a los caballeros para ayudar a los nobles probablemente sería suficiente para apaciguar a algunos de ellos. Su ayuda podría ser solo una medida provisional, pero sin embargo conduciría a una disminución general de la población de monstruos locales. Sin embargo, las casas menos inclinadas a mirar favorablemente el palacio no estarían satisfechas con una solución temporal.

La pregunta, en este caso, era si la nobleza ya era consciente de la peculiar habilidad de la santa para derrotar a los monstruos.

El primer ministro obviamente deseaba que los caballeros por si solos pudieran resolver el problema, pero incluso a ellos les tomaría tiempo para lograrlo y, no importaba cuántos monstruos mataran, no podrían resolver el probable asunto de los múltiples pantanos. Para aquellos, necesitarían a la santa.

Si pudieran estar más seguros de su capacidad para conjurar la magia santa, entonces no hace falta decir que este problema no solo se resolvería, sino que rápidamente. Los eventos en el bosque oeste eran una sólida prueba de ello.

Sin embargo…

El primer ministro levantó la mirada y rompió el silencio. —No, creo que debe ir.

— ¿A pesar de que todavía no puede conjurar sus poderes? —Preguntó Albert.

—Ya no es una cuestión de si puede o no.

Albert le dio al primer ministro una mirada austera mientras el primer ministro explicaba su razonamiento. —Lo importante es que ella, la mismísima santa, muestre su apoyo con su presencia. Si no la enviamos simplemente porque sus poderes son inestables, los señores feudales de cada región se alarmaran.

Albert frunció el ceño. —Eso dice usted, pero si no puede limpiar el miasma, ¿cómo puede realmente hacer una diferencia si va o no?

—Lo que sabemos es que no ha podido usar su poder desde que regresó al palacio. Sin embargo… ¿y si el problema es que no se ha visto incitada por la necesidad?

Albert guardó silencio.

Todavía había demasiadas cosas que no sabían sobre los poderes de Sei y muy pocas que sí sabían.

Peor aún, el primer ministro bien podría tener razón. Albert también había considerado la posibilidad de que Sei no pudiera usar su magia de purificación en el palacio porque, en pocas palabras, no tenía nada que purificar.

Es cierto que también se tenía en cuenta el incidente de la mejora de su hierba en el instituto de investigación, pero el primer ministro estaba dispuesto a creer que, en ese caso, Sei podría haber usado un poder diferente al que había desplegado contra el miasma.

Al final, todavía no estaba claro qué necesitaba la santa para activar sus poderes.

El primer ministro reconoció que enviar a Sei a cualquier parte era una apuesta, ya que no tenían garantía de que pudiera usar sus poderes purificadores una vez que llegara al feudo Klausner. A pesar de eso, al considerar todos los factores en juego, no tenían más remedio que enviarla.

Si bien Albert entendía las necesidades de la situación, reprochaba la idea de enviar a Sei al exterior sin un mayor dominio de sus dones. Sin su poder purificador, los monstruos permanecerían en gran número, incluso con sus caballeros a mano para manejar las cosas. Albert predecía que pasaría mucho tiempo antes de que pudieran volver a tener las cosas bajo control, lo que seguramente conduciría a más críticas por parte de los nobles, especialmente si sabían que la santa había estado presente pero no había hecho nada.

Sin embargo, no era tanto las críticas hacia la tercera orden lo que preocupaba a Albert; estaba seguro de que Sei recibiría la peor parte.

Su mente se tambaleó, convocando una letanía de sucesos terribles uno tras otro, dejándolo profundamente preocupado por llevar a Sei al feudo Klausner en estas condiciones que distaban mucho de ser perfectas.

Albert estaba a punto de protestar otra vez cuando el rey, quien había permanecido en silencio hasta ahora, finalmente habló. —Enviaremos a la dama Sei al feudo Klausner.

Era la voz de la autoridad absoluta.

Albert dudaba que pudiera ganar contra el rey. Apretó los puños y se tragó las palabras que estaba a punto de decir.

La decisión del rey era la última palabra en este momento. Albert se decidió a regresar más tarde para hacer sus apelaciones; vendría con apoyo y no se echaría atrás.

Por el momento, abandonó la oficina del rey junto a Yuri.

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